sábado, octubre 17, 2009

BERGMAN & SARABAND

Hay que tener una cierta edad y una cierta modestia intelectual para gozar de Ingmar Bergman. Cuando estudiaba cine yo y tantos otros consumíamos Gritos y susurros, El manantial de la doncella o Pasión, todas obras maestras del director sueco, como si merendáramos galletas El Príncipe. Todo entraba a trompicones en nuestra mente ansiosa de cine y quizá nos olvidábamos de disfrutar, de tanto que ensalzábamos las películas, de tanto que las hablábamos y las juzgábamos; Tengui, tengui, tengui, parecía más un asunto cuantitativo que cualitativo ¿cuántos bergmans has visto esta semana? Hoy, tranquilo, con treinta y tres años, he visto la última película que rodó Bergman antes de morir, Saraband, donde Liv Ullman y Erland Josephson, dos de sus actores fetiche, retoman los papeles que interpretaron en Escenas de un matrimonio, décadas antes.


Es una película tan bella, tan sencilla. Es Bergman tal y como yo no lo veía a los veinte años, cuando creía distinguir en cada plano el origen y final de la vida. Memorable la dulzura de la pareja protagonista (ella con 63 años, él con 87), y sobretodo una bonita lección: el pasado es algo que pesa, y que debes manejar con tacto, para que no destroce tu presente. Y que hay que decidir y ser valiente, portarse bien y no dejarse los deberes por hacer.