domingo, junio 28, 2009

MICHAEL JACKSON

El hecho de que un ser humano que lo tenía todo, que cae en desgracia y que muere demasiado pronto mueva a la compasión, es lógico. Pero la muerte de Michael Jackson no debería conllevar esta oleada de pena mundial combinada con buenas cantidades de morbo que estamos sufriendo. Michael Jackson, más allá de que musicalmente nunca ha significado nada para mi, era un ser despreciable. Quizás debido a su precocidad en el éxito o a la explotación que de su talento hicieron los demás, pero era un hijo de puta. Alguien que paga veinte millones de dólares para que no se le juzgue por pederastia está admitiendo que lo es, por tanto, el rey del pop debería haber muerto en la cárcel. Sus opciones privadas en cuanto a cirujías estéticas o parques de atracciones en el patio trasero de su rancho no le hacen más despreciable, aunque sí un hortera XXL, sin embargo, dejando de lado sus presuntos crímenes, esa auto entronización de estética militar, ese paternalismo pornográfico que transmitía su música y actitud para con el tercer mundo es también digno de alguien despreciable. Y a pesar de ello, a esta decadente estrella del pop que acaba de fallecer se le juzga con compasión, quizás porque hizo en vida algo que todos hemos podido soñar alguna vez: continuar siendo un niño en la vida adulta, vivir en un eterno jardín de infancia, por eso ahora nos duele ver al niño morir, nos duele comprobar que el cuento no tiene un final feliz, que no existe el sueño, la fantasía, ni siquiera para el elegido. Pero el niño elegido ya tenía cincuenta años, anteayer se tomó demasiadas pastillas, y nosotros tenemos que crecer.