domingo, noviembre 16, 2008

SIGUR RÓS (13-XI-08, SANT JORDI CLUB)


Sigur Rós juegan tan a sota-caballo-rey que un concierto suyo puede parecer ya demasiado perfecto, demasiado lo que esperas de Sigur Rós. En el anexo al Sant Jordi -una sala cómoda pero que no me convence, es demasiado fría y sobretodo da una sensación de longitud y estrechez que no favorece mucho a la cercanía con el artista- se cumplieron todas las expectativas, de hecho, siempre se cumplen. Había alguna novedad, esta vez los islandeses prescindieran de su sección de cuerda y percusión habitual, algo que yo deseaba para poder gozar de una vez del grupo a pelo, y otra novedad fue que el líder Jónsi está empezando a creerse, a su manera claro, su éxito, y dejó entrever ciertos intentos de convertir el concierto en una ceremonia arena rock para modernillos; nada serio, claro, Paul Stanley es más arena rock en la ducha que Jónsi en el Madison Square Garden, pero aún así, el hecho de que el vocalista animara al público a seguirle en los coros o a cantar me hace pensar que algún pequeño resorte está cambiando en la rutina de esta banda. Ahora llenan por donde pisan, arrasan, y los rockdeluxianos seguidores de la banda les siguen y aplauden sin titubear, su sonido ya ha sido plenamente asimilado por la masa, por eso el factor sorpresa se pierde. Hay algo que debe cambiar en esta banda, en directo y en estudio, sino quieren convertirse en la versión arte y ensayo V.O.S.E de Coldplay. El concierto fue perfecto desde luego, musicalmente están tan engrasados y se lo toman tan en serio que nada falla, pero a veces preferiría que llevaran una copa de más, que se salieran por un desvío desconocido, que les dieran morcilla a toda la comunidad de boquiabiertos fans, y a tantos posers y erasmus que acudieron al concierto, muchos de ellos capullos que se dedican a grabar religiosamente con el móvil cualquier cambio de luz en el escenario, cuando la verdad es que los montajes que lleva la banda cumplen y punto, y otros que simplemente charlan en la pista, y de vez en cuando, como para hacer un favor al mundo, miran el escenario y cierran los ojos para hacer ver que flotan diez segundos y luego seguir con la conversación de barra de bar. Sigur Rós nacieron como una anomalía sin comparación posible, y eso les hizo grandes, ahora necesitan, repito, salirse del camino fácil en el que se han metido, el fantasma de Coldplay les acecha. Un comentario con respecto a los teloneros, unos islandeses que demuestran que la etiqueta post-rock es otra farsa más para revestir de cool un género donde todo el pescado está vendido: desarrollos hipnóticos combinados con estallidos de electricidad y distorsión que suben, suben, suben... sin llegar a ningún sitio. Música vacía.