lunes, febrero 25, 2008

UNA TARDE CON JUNO

El cine ha muerto, y la música y la cultura y tal. Internet se lo ha comido todo. Ñam, ñam. Ya no queda nada. Pero mira, que ahora resultará que cuando menos entradas de cine se venden, cuando más dvd´s se piratean, pues reculta que en los Oscar de este año todo eran buenas películas. Hoy he ido a ver Juno, y me he sentido fatal. Mierda, jamás escribiré algo ni una milésima parte de bueno, tierno, inteligente, sensible y gracioso.
En la calle, antes de entrar en el Renoir Floridablanca. Voy a tomar un café al Lletraferit, ese bar culturillas de pana y bufanda, con libros para leer, botes de cacahuetes en la barra y camarero con tatuaje cool en el cogote. De camino al bar, en medio de la calle de La Paloma, una mujer con pelo blanco se abraza con un tipo que parecía más joven, no mucho. Un abrazo. Pero he seguido mirando y eso no era un abrazo, era algo más. Se abrazaban sin apenas moverse, notabas que ella mecía su cabeza casi imperceptiblemente en los brazos de él. Allí en medio en la calle. Él llevaba mochila, así que deduzco que se iba. Ella era extraña, ya digo, pelo blanco, madura, pero ambos irradiaban cierta coherencia en su abrazo interminable. Un abrazo es el preludio de algo. Un abrazo suele significar que no quieres perderla, pero que la perderás. La intentas agarrar fuerte, a veces con suavidad, a veces como quién se agarra a un salvavidas en el mar enfurecido. Alargar el gesto es retrasar unos segundos lo inevitable. Cuanto más juntos, más eres consciente de que todo se acaba. Aunque quizás él solo se iba de casa rural con unos amigotes y ella se ha emocionado al verle tan mono con su mochila. O igual no van a volverse a ver. Quizás era la última vez. Gracias por dejarme presenciarlo.
Juno, ella, la actriz, el personaje, es fantástica. Varios pasos más adelante que aquellas frikis sin gracia de Ghost World. Está claro que los adolescentes de hoy día tienden a ser gilipollas, o bufones tuneados que aspiran a sacarle la alarma a esos pantalones del Berska. Los adolescentes no son como Juno, pero eso no hace que el personaje sea inverosímil. Ella es auténtica, como el matrimonio que adoptará a su bebé, como el marido (dios mio, ¿soy como él?), que lo tiene todo y de repente se da cuenta de que su juventud se ha evaporado hace tiempo, y que él todavía quiere ser Kurt Cobain, vestir camisetas de Soungarden y escuchar discos de Mott the Hoople. Lo bonito de Juno es que no es una historia de una chica embarazada que madura y se hace mayor. Es una historia de una chica embarazada que madura y se hace mayor porque ese es el único camino para volver a ser quién era, una adolescente que toca la guitarra, adora el cine gore, a los Stooges y monta en bicicleta.